Este 12 de septiembre la subsecretaria de Economía y Empresas de Menor Tamaño, la subsecretaria de la Mujer y la Equidad de Género y la subsecretaria de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación anunciaron la apertura de la VI convocatoria del premio InspiraTEC destinado a reconocer el trabajo de mujeres científicas.
En este contexto entrevistamos a Johanna Camacho, profesora del departamento de estudios pedagógicos de la Universidad de Chile con diversos estudios en género, pedagogía y ciencia.
¿Qué diferencias fundamentales considera que existen en la docencia científica entre hombres y mujeres?
La experiencia que he tenido en proyectos de investigación son los procesos de enseñanza de las ciencias naturales en el contexto escolar. En ese sentido, el profesorado tiene una percepción sobre el desempeño y participación en las actividades científicas condicionadas por el sexo, es decir, tienen creencias generalmente favorables por ser un varón por lo que consideran que obtendrán mejores resultados.
A diferencia de otras características como la creatividad, el cuidado, la curiosidad que son más vinculadas con las mujeres, los que muchas veces no son muy valoradas por las actividades del campo científico.
Estás creencias del profesorado son independientes del sexo del docente. No por ser mujer necesariamente va a ser una persona más vinculada a estos temas y viceversa. Al contrario, se relacionaría la formación pedagógica dentro de su experiencia profesional en que muchas veces estos aspectos no están vinculados.
También se encuentran sus aspectos biográficos, es decir, como experiencias personales se aplican en su quehacer pedagógico.
Por último, se encuentran las nociones sobre la ciencia, la que sigue teniendo aspectos patriarcales y tradicionales que se reproducen en la formación docente y en el aula de clases como en el tratamiento de contenidos, el discurso del profesorado, entre otros.
¿Cree que existen brechas de género en la ciencia?
Sí, hemos encontrado varias brechas, las que no solamente son visibles en planos macroscopicos como el acceso al conocimiento científico. Es importante porque ha habido un esfuerzo en los últimos años de acercar a las niñas al campo científico con cupos prioritarios, becas y talleres. Eso es importante porque va reduciendo la brecha.
Sin embargo, es una mirada superficial porque se limita a la participación de las mujeres, sin tomar en cuenta otros aspectos simbólicos que se dan en la práctica.
En establecimiento monogenéricos que se han vuelto mixtos, se ha disminuido la brecha aunque se siguen fortaleciendo en relación a los estereotipos de género en los espacios escolares pues las prácticas de los docentes no se modifican. No es suficiente que coexistan hombres y mujeres si el profesorado no cambia sus prácticas.
¿Cómo se imagina en 20 años más las brechas de género en la docencia de la ciencia?
Es un trabajo muy lento. Si bien con el movimiento del mayo feminista se visualizaron estos problemas, creo que quedó de una forma superficial la apertura de la participación de las mujeres, aunque de a poco se ha avanzado los cambios culturales para atacar los estereotipos de género y las prácticas docentes relacionadas.
Creo que en 20 años no alcanzaremos la igualdad de acceso pero se puede ir reflexionando que los estereotipos de género se encuentran en nuestra propia práctica docente. Siento que el profesorado en general aún está muy alejado porque aún son escasos los espacios de formación.
En 20 años creo que habrá más formación, aunque lo veo con preocupación porque no está clara la forma en que se debe realizar. Algunas personas sugieren que se deben tener cursos con la temática y otras consideran que debe ser una formación transversal.
¿Qué aporte genera el Magíster en estudios de género y cultura para disminuir las brechas de género en el país?
Es muy importante. La Universidad de Chile, a través de estos programas, ha generado históricamente un amplio campo de conocimiento en relación a un ámbito poco estudiado en la región.
Es importante porque genera reflexión, conocimientos e insumos para la toma de decisiones en relación a las políticas públicas relacionadas a la educación, violencia, entre otros.
También hay un aporte importante porque una gran parte de los participantes son docentes, lo que generaría una nueva práctica profesional de la docencia, una nueva generación de profesionales.